Caléndula


La caléndula (calendula officinalis), también conocida como maravilla, corona de rey, caldo, flamenquilla, gauchas, tudescas... es una planta anual originaria del sur de Europa, utilizada ya desde la Edad Media para la ornamentación en jardinería debido a sus vivos colores amarillos y anaranjados. Mantiene sus flores casi todo el año y su nombre científico proviene del vocablo latino calendulae, "a lo largo de los meses" (calendas era el nombre utilizado en latín para el primer día de cada mes), haciendo alusión a su largo período de floración y a que florece cada mes.

La caléndula es usada en alimentación ya que es un magnífico condimento y se puede utilizar como colorante sustituivo del azafrán. Es una de las flores medicinales más populares y versátiles. Tradicionalmente se ha dicho que la caléndula levanta el ánimo y estimula la alegría. Destaca por sus propiedades antiinflamatorias, antisépticas, desinfectantes, cicatrizantes y regeneradoras, que la hacen muy indicada para curar eccemas, dermatitis, úlceras, quemaduras, heridas, granos, acné, picores; siendo muy adecuada para pieles delicadas y sensibles, como las de los niños y bebés, debido a sus cualidades calmantes, emolientes y suavizantes por los fitoesteroles, saponinas y betacaroteno que contiene; además, el ácido salicílico, los terpenoides, cariofileno y quercetina de su composición química le dan un efecto analgésico.

La caléndula también se utiliza para regular el ciclo menstrual, ya que tiene propiedades sobre las funciones del aparato sexual femenino, aumentando las menstruaciones escasas y regulando los flujos demasiado abundantes; siendo su efecto más suave que otras plantas emenagogas, por lo se utiliza para tratar la amenorrea y las menstruaciones irregulares. Previene igualmente los espasmos musculares, y su riqueza en flavonoides le otorga propiedades para reparar los vasos sanguíneos y recuperar la buena circulación en el organismo. También se utiliza para tratar las varices, hongos y verrugas.

Los egipcios ya conocían sus propiedades hace más de 3000 años y la consideraban como una planta milagrosa. Los romanos y los griegos la utilizaban para curar muchas enfermedades. Durante la Edad Media se cultivaba de forma habitual y se empleaba como panacea para tratar el dolor de muelas, afecciones de estómago, de hígado y vesícula, trastornos menstruales, esguinces y torceduras, quemaduras, abscesos, cicatrices y úlceras, la viruela e, incluso, para teñirse el pelo.

En la actualidad es reconocida como una de las mejores plantas para los cuidados de la piel, por sus propiedades suavizantes y calmantes. Destaca también por sus propiedades digestivas y antibacterianas, es muy apta para curar gastritis, úlceras y vómitos, conjuntivitis, ojos hinchados, y para cuidados del cutis y enfermedades de la piel, el pelo y las uñas (sarpullidos, hemorroides, cortes y estrías, durezas y callos, etc.). Son muy importantes sus propiedades antisépticas y cicatrizantes, toda vez que estimula la epitelización (acción natural de curación dérmica) y regeneración de la piel dañada, potenciando la síntesis de glucoproteínas y colágeno, haciendo que la piel sane sin dejar cicatrices.

En la Edad Media se utilizaba también para tratar picaduras de insectos y últimamente se está generalizando su uso para la salud bucal, pues casos como gengivitis, aftas y otras afecciones bucales pueden tratarse con caléndula gracias a sus propiedades antisépticas y antiinflamatorias. El aceite de caléndula es un humectante natural, regenera la piel y, al estimular la producción de colágeno, previene las arrugas y ayuda a mantener un aspecto joven y lozano de la misma. Igualmente, contiene muchos antioxidantes, que proporcionan una gran protección frente a los radicales libres.


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